Un mundo para Teo

jueves, febrero 28, 2008

Tiene mala locomoción

Cuando vengo en la micro, la micro se demora más y me hipnotiza el sonido del motor Diesel lo que me provoca más pensamientos divagantes e inútiles o no tan inútiles ya que a veces se me ocurren cosas buenas en ese trayecto que me ayudarán más adelante con mis argumentos baratos. Desde la micro veo el avión que todos los jueves pasa sobre la ciudad a las 09:15 am de la mañana. Estuve a punto de no poner 09:15 porque pensarán que hace este tipo a esa hora, nadie entra a trabajar a esa hora, tan tarde, a la oficina. Si a veces, lo hago a propósito, pero otras veces hago otras cosas, por eso llego tarde.
Lo de la micro me gusta. Amo las micros, se demoran, se dan vueltas, le paran a todas las personas, donde sea, excepto en Santiago. Me gusta dormir en la micro, no me gusta pasarme del lugar de donde me tengo que bajar por que me quedé dormido, me pasó varias veces, una vez me dejó muy lejos, no sabía donde estaba. En la micro sólo debes hablarle al chófer una vez, el buenos días y pagar. En el colectivo lo saludas, y rezas para que no te hable o te pregunte dónde vas y si se puede desviar 27 cuadras para ir a dejar a la vieja a su casa; aguantar que te converse de lo que sea. Sería bueno subirse, pagar, decir donde uno se baja (cuando corresponda) y agregar "no converso", no veo tele, no leo diarios, me gustan los temblores, no me gusta el fútbol, o me importa una bisagra que la bencina suba o baja porque ustedes siempre subirán el pasaje aunque el combustible baje $10 en un mes. El colmo, es el conductor que no maneja bien, como Juan Topo, de los Simpsons. No ve, no frena, no dobla, no da vuelto, no debería salir de su casa en auto.

lunes, febrero 11, 2008

En un momento límite

Ayer viré en la esquina de la vereda. Como siempre casi choco con una persona, no soy el único, todos casi chocan o de plano chocan. Siempre paso por esa esquina. Me dio nostalgia, una esquina, me dio pena la esquina. Fue algo extraño.
Luego en mi hogar me senté a escribir y a pensar en esa esquina, no logré repetir ese momento de luminosidad que me dio la esquina. Por primera vez en varias semanas dejé de pensar en la idea.
Mañana tengo mi entrevista, me he preparado para lo que voy a decir. A veces pienso en ser insolente y atrevido en mis juicios, pero en otras ocasiones pienso en ser condescendiente con mi entrevistador y con el trabajo que podría realizar. Luego pienso en aquella idea.
Voy a la cocina a pensar más en la entrevista. Lleno un vaso con jugo, me siento a mirar el refrigerador que está lleno de fotografías. Doy un sorbo al jugo de frambuesas. Me despierta el gusto, el ácido me despierta. Pienso en desechar la idea.
Apoyo los codos en la mesa. Al rato, por el calor, se pegan los codos en la mesa, y pienso quedarme para siempre atado al mueble. Vivir hasta que no pueda más, hasta decir basta.
En la mañana, después de evitar a los transeúntes que no intentan evitar al resto, fui a comprar algo para comer. Algo dulce. Me había levantado temprano como lo hago desde hace años. Aunque no trabaje, igual me levanto temprano, por eso me da hambre luego, antes del medio día. Compré galletas, me las dieron en un papel de cartón. Me fui a sentar lejos de la multitud.

Según lo que me dijo después, andaba buscando esas galletas desde hace tiempo.