Cuando los demonios golpean la puerta
Un departamento, televisor, encendido. Afuera, nubes cubren el cielo. Es invierno, tendido en la cama, a veces se para a mirar por la ventana. Aunque hace frío la gente sale a caminar.
Vuelve a las sábanas.
No sabe si bajar a caminar con el resto. No sabe si tomar el teléfono.
Ayer estuvimos juntos y casi no dijo nada. Había más personas, donde F. me saludó, conversamos algunas cosas. Siempre voy donde está. Quiero estar a su lado, espero toda la semana par ver que está cerca de mí.
Más tarde estaba tomando café y tostadas. Entraron unos amigos. Se sentaron en la misma mesa. Sólo escuchó sus vidas como son durante la semana y sus propias preocupaciones. No suele envidiar la vida de los otros.
Los domingos en la tarde siempre han sido los días de las recurrencias.
Vuelve a las sábanas.
No sabe si bajar a caminar con el resto. No sabe si tomar el teléfono.
Ayer estuvimos juntos y casi no dijo nada. Había más personas, donde F. me saludó, conversamos algunas cosas. Siempre voy donde está. Quiero estar a su lado, espero toda la semana par ver que está cerca de mí.
Más tarde estaba tomando café y tostadas. Entraron unos amigos. Se sentaron en la misma mesa. Sólo escuchó sus vidas como son durante la semana y sus propias preocupaciones. No suele envidiar la vida de los otros.
Los domingos en la tarde siempre han sido los días de las recurrencias.
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