Un mundo para Teo

sábado, agosto 11, 2007

Nunca supe las reglas

A veces uno comete errores, grandes, pequeños, medianos. Errores que dañan. Otros simplemente hacen perder dinero. Ayer cometí el más grave. Tomé mi corazón y lo arrojé por la ventanilla del auto. Iba por la carretera huyendo. Estaba harto. Quise tirar también la botella, pero pensé que un corazón roto podía causar menos daño que una botella sobre el parbrisas del auto que venía detrás. Nuevamente lloré, subí el volumen de la radio para no oir mis sollozos, para no oir lo que decía con mi boca. Muchas veces pensé en no girar en la curva.

Lo que tú quieras. Bien fuerte, al máximo del volumen que mis oídos puedan resistir como la canción que escucho ahora. No oír de una vez por todas lo que recuerdo. Que quieres que me quede, que te abrace.

Llegué ebrio a la casa. No lo hice y nunca lo haré, de eso estoy seguro, creo que es lo único seguro. No me gustó lo que vi. Por fin me pude acostar, tenderme sobre la cama, mirar el techo. Recordar. Sólo recuerdos. Me doy vueltas. Me siento en ellos. Los abrazo. Ni si quiera me importa conseguir nuevos. Y no sólo estas tú. Mal consuelo.